Me regalaron mi primer mazo de Tarot cuando tenía diecisiete
años. Lo había pedido por mi cumpleaños porque sentía una enorme curiosidad
sobre todo lo relacionado con la adivinación y la posibilidad de que a través
de los dibujos de las cartas fuera posible leer el destino de una persona.
Desde aquellas fechas ha pasado toda una vida y podría
decirse que no ha habido, ni un solo día- que no haya tenido un mazo de cartas del
Tarot en mis manos.
Por entonces no sabía nada sobre el origen del Tarot ni de
lo que significaban sus cartas. Antes de mirar el manual que contenía el mazo
eché un vistazo a las cartas. Recuerdo la fascinación que sentí al ver esos
misteriosos dibujos. No podía apartar la vista de ellos. Parecía como si de
verdad me estuvieran hablando, pero no lograba conseguir descifrar lo que me
decían.
Se podría decir que fue un flechazo a primera vista. Me
había enamorado de aquellas cartas, de aquellos dibujos, de la posibilidad de
entrar en contacto con lo desconocido, con el lugar donde se suponía que
estaban escritos los caminos que transitaríamos por el futuro y las cosas con
que nos encontraríamos en ellos.
En aquella época no era nada religioso ni espiritual y me
costaba mucho aceptar lo que no se pudiera explicar con la razón o con la
ciencia. A pesar de ello no podía dejar de manejar y mirar aquellas cartas.
Mientras trataba de aprender sus significados me preguntaba cómo era posible
entrar en contacto con el futuro mediante lo que no dejaban de ser unos cartones
con dibujos de colores.
Por entonces no existía internet y la información tanto
sobre el Tarot como sobre temas relacionados con la adivinación eran escasos.
Cuando vi que el manual no decía claramente cómo enfrentarse a una lectura de
cartas y responder a las preguntas que me hacían los que se prestaban a que se
las leyera, empecé a buscar por librerías y ferias de libros aquellos
estuvieran relacionados con el tema.
En principio yo solo quería hacer predicciones, no buscaba
teoría sobre el origen de las cartas o el significado oculto de los símbolos
que contenía. Lo que venía era un exceso de información que raramente podía
utilizar a nivel práctico. Pasados los años me propuse crear un manual sin
tanta información superflua que tuviera significados concretos que respondieran
a las preguntas de las personas “normales” que acudían a una consulta para obtener
información “normal” sobre su vida. No fue después de más de veinte años
experimentando con las cartas que fui capaz de hacerlo.
Una de las primeras cosas con las que me encontré fue con que la gente se reía cuando les
proponía hacerles una lectura de cartas. Se reían, pero querían saber. No
recuerdo a nadie que me dijera que no. Esas risas las vivía con vergüenza. Las
interpretaba como un signo de burla y rechazo hacia mí. Como si al creer que
era posible que fuera predecir el futuro con las cartas yo fuera un pobre
infeliz al que hay que tolerar, pero que no merecía ningún crédito o respeto.
Ahora sé que aquello no era totalmente de ese modo, pero afectó a mi autoestima
durante mucho tiempo. Me sentía un poco como el bufón del barrio, como el bufón
de la pandilla.
Aunque a veces me sentía realmente de aquel modo, no me
desanimaba en absoluto. Yo seguía haciendo experimentos con la gente. No les
cobraba nada. Lo hacía para aprender y realmente aprendí mucho. Siempre llevaba
mi mazo de cartas encima y no dejaba pasar ninguna oportunidad de hacer una
consulta de Tarot a todo aquel que se prestara.
Pero todo eso comenzó a cambiar cuando ya no era yo el que
pedía que le dejaran leer el futuro, si no cuando me empezaron a pedir a mí que
les hiciera una lectura de cartas. Entonces empecé a plantearme cómo sería
hacer una consulta a nivel profesional o una consulta seria a una persona
realmente interesada en buscar respuestas en las cartas del Tarot a problemas
reales.
Pero antes de desarrollar este último punto me gustaría
contarte lo que me ocurrió y lo que aprendí durante los años de prácticas con
los amigos, amigos de amigos, familiares o incluso gente que no conocía y que
me encontraba en los lugares que por, aquellos
años, frecuentaba.
Continuará…
Valentín Martínez